Colaborar en el taller de fotografía callejera, entre amigos, fue explorar y dejarse envolver por la magia del Cabanyal, en esta ocasión mi misión era dirigir al grupo a través del recorrido establecido y colaborar con la técnica, todo un reto.
Barrio con carácter propio, labrado a base de cañas, sudor y fuego, bajo el auspicio del nunca predecible mar. Antiguo barrio marinero que constituyó un municipio independiente. Su característica disposición en retícula proviene de las barracas paralelas al mar y el retroceso de éste a lo largo de los años. Allí convivían los pescadores con la burguesía que buscaba descanso y ocio en el balneario inaugurado en 1898.
Históricamente el Cabanyal ha tenido bastante relación con el mundo de las artes, no pocos han sido los pintores, escultores, escritores e incluso fotógrafos que han respirado el aire especial que envuelve y perfuma estas calles junto con el mar, artistas como los hermanos Benlliure, Blasco Ibañez, Sorolla, Robert Frank y Elliott Erwitt pisaron sus calles.
Susana Rodrigo. Ternuna infinita
Iniciamos el taller en La Fábrica de Hielo, que nos dió la bienvenida con una doble exposición fotográfica en sus paredes – Mapa del cine Mediterraneo de ayer y hoy y las fotografías de desnudos de Josep Escuin– , como una suerte de serendipia fotográfica o guiño del destino. Y es que este recinto se ha convertido, pese a su corta andadura, en centro cultural del barrio y referente en la ciudad de Valencia.
Empezamos el taller y Amparo nos introduce en la calle y las ideas comienzan a fluir. Autores, miradas, versiones, historias que contar, todas diferentes y todas en las calle del Cabanyal.
Llega María, la musa de nuestros objetivos, el hada que bailando entre coches y posando en los portales le dará más glamour si cabe a este barrio de contrastes. Nos marchamos, la calle pide paso. Pero antes María nos regala unos preciosos instantes de intimidad, curiosamente ante la mirada de una decena de cámaras.
Carolina Jiménez. Devenir de luz y sombra
Seguimos el recorrido hasta la antigua Lonja de Pescadores, donde a esta altura ya se han disipado las primeras dudas sobre la configuración de la cámara, Javi se ha encargado de ello.
Con ayuda de la imaginación desciframos el secreto de la lonja. Lo que ahora son casas y puertas fue antaño una nave donde se podía guardar aperos y vender el pescado. Vemos viejas fotos en un Ipad, resulta casi poético.
Visitamos otros centros de interés como la Casa dels Bous y un antiguo palomar que servía de centro de mensajería de los antiguos marinos. Los niños nos siguen. Nuestro camino nos descubre gente interesante y qué mejor que coincidir con la tuna y sus tunantes en la Bodega La Pascuala, uno de los más reconocidos bares del barrio.
La arquitectura modernista de las calles más céntricas de este barrio se encuentra en una zona deprimida. Zigzagueando llegamos a casas que encarnan y abanderan el espíritu del Cabanyal, coloristas edificaciones que dejan entrever espacios antaño ocupados por barracas que, pese a su simpleza de líneas, quedan adornadas con fachadas de taulellet, configurando formas orgánicas y multicolores, rematadas por balcones enrejados.
M. Carmen Cervera. Buscando tesoros
También encontramos espacios mudos tras ser derruidas las casas que los ocupaban, resaca del plan de llevaba una avenida hasta la misma playa.
Estamos en el sitio ideal para que Ismael nos ayude a retorcer nuestras imágenes. Es tiempo de sacar la maña de dentro y girar nuestro objetivo al sonido del clic del espejo y jugar.
Se acerca la hora de volver, retornar al punto inicial, La Fábrica de Hielo que ahora ha mudado su vespertina piel de sala de exposiciones y café, a una gamberra y desenfadada sala de conciertos donde a más de uno se le escapan los pies. En mi opinión, un broche perfecto, entre las artes y la transgresión. ¿Repetiremos? La respuesta es clara.
Vicente Vidal
Más informacion del taller #tumiradacallejera