Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes?
Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla.
Los besos en el pan. Almudena Grandes
Hace años participé en un taller teatral, con el que, decían, era un importante mimo. Lamento no recordar su nombre. El taller se realizaba para algunos alumnos y alumnas que participábamos en el grupo de teatro del centro donde estudiaba. De ese taller, de hace muchos años, solo recuerdo una actividad: El ejercicio de pedir.
Consistía en que una persona pedía algo a otra, lo que fuera: un beso, un abrazo, un achuchón, un bolígrafo… La persona que debía ofrecer lo solicitado, previamente pensaba en un código: lo que debía hacer la solicitante para conseguirlo; algo como darle un abrazo, tocarle una oreja, atar un zapato… A veces eran cosas fáciles, otras eran difíciles de saber, pero nunca imposibles. Únicamente se conseguía lo solicitado si la solicitante acertaba lo que le debía hacerle: su código.
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Carlos Saura, Niños pidiendo limosna. España años 50
Para ello, el solicitado daba pistas: miradas, frases, sonrisas… El solicitante debía estar atento, mirar a la persona, encontrarla y percibir cualquier mínimo movimiento que pudiera llevarlo a su objetivo, escuchar, utilizar la intuición. Ese era el ejercicio de pedir.
SOLICITANTE: Quiero tu bolígrafo
SOLICITADO: (Piensa) Para darselo me tiene que acariciar la cara
SOLICITANTE: (Actúa) Busca, pregunta, improvisa, escucha qué necesita el otro o cómo convencerlo.
SOLICITADO: (Actúa) Da pistas mostrando el rostro, sonrie acariciándose la mano…
SOLICITANTE: (Actúa) Acaricia la cara del solicitado
SOLICITADO: Toma, te dejo el bolígrafo.
Muchas personas conseguían lo solicitado de una forma rápida; bien porque quien ofrecía tenía un código fácil, bien porque eran hábiles para captar las señales. Otros, yo me incluyo, tardábamos bastante más y dábamos vueltas al solicitado, repetíamos movimientos, tocábamos, hablábamos, ofrecíamos… sin conseguir nada a cambio o encontrándonos con algo que no pedíamos.
Y lo recuerdo porque muchas veces me he encontrado en situaciones reales en las que he tenido que pedir y conseguir algo y he recordado este ejercicio: mirar, ver, observar, sonreír al otro, ofrecerle lo que tengo, hasta que me de lo que busco. Otras veces he sido yo la que he tenido algo que querían los demás. Siempre he dado muchas pistas.
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Aplicado el ejercicio de pedir a la fotografía, me imagino a Sophie Calle, cuando quiso desarrollar su proyecto “Los durmientes”. Durante unos días se dedicó a llamar por teléfono a desconocidos para que durmieran en su cama esa misma noche. ¿Qué les diría para convencerlos de que no era una asesina en serie y que ese sueño formaría parte de la historia del arte?
«Pedí a algunas personas que me proporcionaran algunas horas de sueño. Venir a dormir a mi lecho. Dejarse fotografiar. Responder a algunas preguntas. Propuse a cada uno una estancia de unas ocho horas, la de un sueño normal. Contacté por teléfono con 45 personas: desconocidos cuyos nombres me habían sido sugeridos por conocidos comunes, amigos y habitantes del barrio llamados para dormir de día (…) Mi habitación tenía que constituir un espacio constantemente ocupado durante 8 días, sucediéndose los durmientes a intervalos regulares. (…) La ocupación de la cama comenzó el 1 de abril de 1979 a las 17 horas y finalizó el lunes 9 de abril de 1979 a las 10 horas, 28 durmientes se sucedieron. Algunos se cruzaron (…) Un juego de cama limpio estaba a su disposición (…) no se trataba de saber, de encuestar, sino de establecer un contacto neutro y distante. Yo tomaba fotos todas las horas. Observaba a mis invitados durmiendo».
«Lo que me gustaba era tener en mi cama gente que no conocía, de la calle, que no sabía lo que hacían, pero que a mi me daban su parte más íntima, (…) ver como dormían ocho horas por la noche, como se movían, si hablaban, sonreían. Esta gente no sabía quién era ni qué hacía…».
Sophie Calle
Y ¿cómo nos convenció Spencer Tunick para que más de 7.000 personas posáramos desnudas, en diferentes posturas en Barcelona?
Muchas veces no necesitamos pedir ayuda, nos la piden. Es lo que le sucedió a la artista Ana Palacios. Cuenta que sus primeros proyectos fotográficos surgieron cuando decidida a viajar para trabajar en una organización no gubernamental, le dijeron que lo único que necesitaban era que con su cámara contara al mundo lo que veía.
A partir de aquí los proyectos de Ana ofrecen a cambio visibilidad, conocimiento y posibilidad de recursos. Son proyectos que promueven la igualdad de oportunidades y cambian el mundo, lo mejoran, por el simple hecho de pedir estar y mirar.
Ana Palacios. Albino. Tanzania
Hay muchos proyectos fotográficos que necesitan poner en marcha el ejercicio de pedir, porque casi siempre necesitamos al otro para cumplir nuestros deseos y porque desde la confianza se pueden conseguir grandes retos.
¿Quién no ha pedido un retrato cuando pasea por las calles de su propia ciudad o en un viaje? Al principio da cierta vergüenza, con el tiempo descubres que a todos nos gusta ser mirados, escuchar y colaborar, que pedir es de valientes y que pidiendo demostramos lucha, vitalidad y fortaleza.
Podemos enfrentarnos a nosotros mismos, poner en marcha nuestros múltiples recursos desde la soledad, pero si dejamos de lado el orgullo, la vergüenza, o el miedo a recibir una negativa, podemos contar con recursos universales, los que nos pueden ofrecer los seres humanos que cohabitan a nuestro alrededor.
A lo mejor, este ejercicio de pedir nos permite admirar a las personas que insisten en lo que quieren aunque, a veces, parezca imposible. Pide, es momento de iniciar tu proyecto.
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Amparo Muñoz Morellà. (septiembre 12, 2018). "El ejercicio de pedir en fotografía". ANDANAfoto.com. | https://andanafoto.com/el-ejercicio-de-pedir-en-fotografia/.