“Cada vez que miro tu fotografía,
Descubro algo nuevo, que antes no veía”
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La fotografía está hoy muy presente en nuestra sociedad, forma parte de nuestra vida como nunca. Todos producimos imágenes de forma imparable, las miramos, criticamos y sobrevolamos sobre ellas, y no nos quedamos indiferentes porque la fotografía crea y transforma el pensamiento: Hay fotografías que despiertan deseos y hay fotografías que despiertan conciencias.
Una fotografía es el lugar donde se encuentran los intereses y deseos del que mira, tan importantes son para la persona que hace la foto como para el espectador, el mensaje a veces coincide, y otras veces no. Por eso, la fotografía, llena de significados para el que la hace y para el que la mira, siempre es una OPORTUNIDAD:
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Oportunidad para ser consciente de la existencia, la propia y la de los demás. Ninguna existencia social es posible para la persona que no acepte mostrarse. Dónde estamos, a qué grupo pertenecemos, de dónde venimos… está en nuestras fotos.
Oportunidad para participar, produciendo imágenes pero también con nuestra observación y crítica.
Oportunidad para ver las cosas tal como son, imaginarlas o sentirlas, aunque sea doloroso o feo.
Oportunidad para interpretar la realidad y decirle al otro “esto es así”, “esta es mi mirada” y “así lo veo”.
Freud ya decía que el pensamiento visual es más antiguo y se halla más cerca de los procesos inconscientes que el pensamiento verbal, por eso, la fotografía es un medio y vía privilegiada para descubrirse y conocerse. Es el lenguaje directo a la emoción y la intuición.
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La fotografía es una eficaz herramienta para conectarse con uno mismo y con el propio crecimiento. Y es que, con la experiencia fotográfica, podemos descubrirnos una mirada diferente, como en un juego. Desde la presencia conseguimos alejarnos de nuestro mundo limitado y oscuro, para abrir los ojos como ventanas y descubrir una nueva forma de mirar. Un nuevo uso del pensamiento, la emoción, la contemplación, la palabra, el caos, el arte y la expresión.
Por eso, la fotografía es una forma de encuentro con uno mismo y con el mundo, una forma de conocerse y de encontrarse, ya lo decía Galileo, «la mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo». Contar la experiencia de un viaje, de un proceso, de una evolución personal… Una vez concluido, la fotografía dará la eternidad y el conocimiento.
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Con la fotografía puedes apropiarte de lo fotografiado, poseer objetos de forma simbólica, devorar, pero también puedes ver lo que la vida y la mirada te regala.
Fotografiar enseña detalles, puntos de vista, representaciones e identificaciones. Es una forma de acceder a la memoria y contar el futuro, navegar por fantasías, mostrar y mostrar-te otra realidad.
Es historia, es un hallazgo arqueológico, huella de un acontecimiento pasado, resultado de una mirada. La que hizo en su momento quien tomó la fotografía y la que hace en este momento quien la mira. Por eso, también es un objeto. Un objeto misterioso, un fetiche que muchas veces elegimos para que nos acompañe, “siempre llevo su foto en la cartera”.
La propia fotografía, retrato y el autorretrato, alimenta el exhibicionismo, pero también establece la sensación de búsqueda de nuestra propia imagen. A veces, no nos reconocemos, pero entendemos que la fotografía nos muestra tal como los demás nos perciben ¿o no?. Es un instrumento eficaz de asimilación y transformación de uno mismo.
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Decía Víctor Hugo que la suprema felicidad de la vida es saber que eres amado (mirado) por ti mismo o más exactamente, a pesar de ti mismo. En el campo personal, la fotografía ofrece la oportunidad de volver la mirada hacia el interior dirigiéndola desde el exterior. Encontrarse, quererse y poseerse, asumirse, expresarse y ser uno mismo con toda una experiencia vivida.