El silencio es luz
el canto sabio de la desdicha
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No adoré el sol
pero no esperé esta luz negra
al filo del mediodía.
Alejandra Pizarnik
La primera vez que vi una fotografía de Martina Matencio quedé hipnotizada. Sentí que ya conocía esa atmósfera, ese misterio y ese estado de ánimo. Con una estética delicada, frágil, pero a la vez llena de vida, transmite poesía repleta de vulnerabilidad.
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Fotógrafa apasionada desde la adolescencia, su mirada y su identidad ya son reconocibles por su madurez. Sus fotografías surgen de un proyecto personal: Luna de marte, una tienda online de ropa de segunda mano estilo vintage y delicado: www.lunademarte.com
Martina conjuga nostalgia, intimidad y delicadeza. Juega con la luz, con la piel, con el rostro femenino y sus miradas. Con más de 61.000 seguidores su Instagram, no deja indiferente a nadie.
Lo más valioso de esta fotógrafa es su capacidad de mostrar de forma transparente los pensamientos de sus modelos, posiblemente, también los propios: el amor a su trabajo, la tranquilidad del profesional que sabe lo que quiere y sobretodo el silencio. Se respira la melancolía del pintor Edward Hopper en sus fotografías.
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El motivo de su trabajo es casi siempre el cuerpo femenino. Elige de forma depurada a sus modelos. Tiene la maravillosa capacidad de ponerlas en un estado de mostrar lo que son. De una forma aparentemente intuitiva, conecta con la melancolía, la dureza o la sombra. Jóvenes que con su mirada cuentan historias de alegría y de tristeza, de abandono y nostalgia.
Precisamente esta forma de trabajo da nombre a sus redes sociales: Lovenenoso, la luz del amor y lo visible; el veneno de la sombra y lo que se esconde, las expresiones de tristeza y de cierta indiferencia ante el mundo. Luz y sombra íntimamente relacionadas en la misma palabra, en el mismo trabajo.
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Pero para mí, lo más mágico de esta fotógrafa es que encuentra las imperfecciones para convertirlas en belleza -los defectos perfectos de las personas que tengo delante.
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Le gustan Ryan Mcginley, Ryan Muirhead y Tamara Lichtenstein, miradas particulares y honestas de la juventud contemporánea. Fotografías de jóvenes, esperando, descansando, en silencio, inocentes pero sensuales, casuales pero calculadas. También es fandel grupo Sigur Rós. Si sus fotos tuvieran música podrían sonar a balada de Coltrane, en un mundo mágico y hermoso de almas perdidas.
Le asusta el sufrimiento y declara que el amor es el motor de su vida, por eso, cada uno de sus trabajos es como una ensoñación romántica, que recuerda a las mujeres recostadas, los detalles cotidianos de la pintura realista de Andrew Wyeth.
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Suave y sutilmente cuenta historias de mujeres fuertes, habla de soledad y de silencio, de ambientes y sentimientos resignados.
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La psicología indica que estamos tan acostumbrados al ruido, que el silencio se percibe con sensación de extrañeza y de desasosiego, como si algo inesperado fuera a ocurrir. Pero el silencio impulsa el juicio interno, aquel que nos da miedo, aquel que nos enfrenta a nuestro espejo.
Por eso, en algunas de sus fotos da miedo el mutismo, la mirada pérdida que lleva al espectador a pensar en las propias heridas. A pensar en la mirada silenciosa de estas mujeres. ¿Qué piensan, sienten o recuerdan? ¿Han amado o se han sentido amadas alguna vez? ¿Saben lo que es una pérdida o una traición? ¿Solo les preocupa lo superficial? ¿Qué supone este momento para ellas? ¿Tienen futuro?
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Lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad;
y las grandes verdades no suelen decirse hablando.
María Zambrano
Martina brilla por esa capacidad de representar lo esencial, prescindiendo de todo lo superfluo para convertir sus fotografías en mensajes universales. Su obra emociona, hipnotiza, se siente su fuerza, su soledad y resignación, esa que sirve en cualquier época de la vida.
No puedo dejar de pensar en las interferencias que ocurren entre lo que la modelo quiere transmitir, lo que la fotógrafa mira y lo que yo, como espectadora, capto. Las tres, cada una con su pasado y sus aprendizajes volcamos un contenido diferente. Cada una pone sus sombras, su inconsciente, y su explicación. Todo este movimiento de emociones es lo que hace que la fotografía de Martina Matencio sea arte.
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