En un mundo cada vez más expuesto a los desastres naturales, aquellas imágenes que guardan nuestra memoria íntima —los álbumes familiares— se vuelven vulnerables, y con ellas, gran parte de nuestra historia personal y colectiva.
Es en ese contexto que surge ONAF — Otras Narrativas del Álbum Familiar —, un congreso internacional organizado por la Universitat Politècnica de València, dedicado a reflexionar desde una perspectiva interdisciplinaria sobre la conservación, restauración y restitución de fotografías familiares afectadas por catástrofes naturales.
Celebrado los días 20 y 21 de noviembre de 2025, justo en el primer aniversario de la DANA que afectó gravemente a diversos municipios valencianos, ONAF busca abrir un espacio de diálogo y colaboración entre profesionales de la conservación, restauración, investigación de la memoria, artistas visuales, archivistas, antropólogía y toda persona interesada en los vínculos entre imagen, identidad y catástrofe.
En este marco, la participación de Amparo Muñoz Morellà —psicóloga y colaboradora de Andana— no fue solo la presentación de un testimonio personal, sino la exposición de una propuesta: considerar el álbum familiar como un refugio emocional, una herramienta de reconstrucción simbólica y un agente de resiliencia comunitaria. A través de su intervención, mostró cómo el trabajo de recuperación, restauración o recreación de fotografías puede sostener identidades, recomponer memorias fragmentadas y devolver a las personas un lugar desde donde volver a reconstruirse.
Esta entrada de blog recoge la reflexión que surgió de aquella ponencia: una mirada atenta sobre la fuerza de las imágenes para sostener la vida cuando lo que creemos seguro se desmorona, y una invitación a valorar el álbum familiar como patrimonio emocional esencial, tanto a nivel individual como colectivo.

El punto de partida de la ponencia fue una escena concreta, profundamente humana, que muchas personas de Catarroja aún guardan en el cuerpo: horas después tras la DANA. No es fácil describir la sensación que produce caminar por un lugar conocido y no reconocerlo. El agua ya se había retirado, pero el barro seguía cubriéndolo todo. Los muebles habían perdido su orden, los olores habituales habían desaparecido y la casa —ese espacio de seguridad— se había convertido en una habitación que hablaba de pérdida.
En medio de todo aquel desconcierto, una fotografía. Empapada, manchada, casi irreconocible, pero lo suficientemente viva como para despertar algo esencial: continuidad. Esa pequeña imagen, rescatada del barro, devolvía la certeza de que la vida había existido antes de la catástrofe. Que había una historia previa y que, de algún modo, aún podía sostenerse.
A partir de esa escena, la reflexión se abrió hacia un territorio esencial: ¿por qué los álbumes familiares son tan poderosos emocionalmente? ¿Qué sostiene una fotografía cuando todo alrededor parece derrumbarse?
La memoria autobiográfica: un sistema emocional, no un archivo
La respuesta no está solo en la nostalgia, sino en la propia forma en que funciona la memoria humana. El neuropsicólogo Martin Conway, uno de los mayores expertos en memoria autobiográfica, explica que recordar la propia vida implica activar tres elementos: el tiempo, el espacio y la experiencia personal. La memoria autobiográfica es la que nos permite decir “fui yo quien vivió eso”, y es profundamente emocional.
Cuando recordamos algo, no estamos recuperando un dato, sino un estado. Por eso ciertas fotografías pueden despertar una constelación completa de sensaciones, olores, vínculos o momentos que parecían olvidados.
El investigador Roberto Cabeza demostró mediante neuroimagen que ver una fotografía personal activa áreas del cerebro relacionadas con el yo y con la emoción, muy diferentes a las que se activan cuando observamos imágenes neutras. Es decir: las fotografías familiares no solo muestran lo que pasó, sino quiénes éramos cuando pasó.
Y el psicoanalista Donald Winnicott aportó otra pieza clave al hablar de los “objetos transicionales”, aquellos que nos ayudan a mantener la continuidad emocional en momentos de cambio o pérdida. Una manta, un juguete, un olor… o un álbum familiar. Son objetos que no solo recordamos, sino que nos sostienen.
A través de ellos podemos volver a un lugar interno donde sentirnos reconocidos.
Cuando la vida se desordena, las imágenes ayudan a recomponerla
Después de una catástrofe, el relato personal se fragmenta. El cerebro entra en modo supervivencia y deja huecos en la memoria. Los eventos se confunden, se mezclan sensaciones intensas, y lo ocurrido parece alejarse o volverse inaccesible.
En ese momento, una fotografía recuperada —aunque esté dañada— puede convertirse en una pieza fundamental para reorganizar lo vivido.
Las imágenes actúan como puentes entre el pasado y el presente, ayudan a recordar capacidades, vínculos importantes, valores que siguen ahí aunque el entorno físico se haya desmoronado.
El álbum familiar no es un archivo: es una arquitectura emocional donde se asienta la continuidad de la propia vida.
Perderlo, como compartió Amparo en su conferencia, genera un dolor profundo y silencioso. No se pierde solo un objeto: se pierde parte de la biografía.
Re-generem l’àlbum familiar: la comunidad que se mira para reconstruirse
De esta comprensión nace también el sentido del proyecto Re-generem l’àlbum familiar, una iniciativa impulsada por la asociación Imatge i Acció tras la DANA, en la que Amparo también colabora. La idea no era solo restaurar o recuperar fotografías dañadas; era devolver al barrio un espacio para mirarse y reconocerse.
Durante la jornada se imprimieron imágenes, se hicieron retratos, se compartieron historias, se escucharon pérdidas y se celebraron pequeñas recomposiciones. El barrio de les Barraques, tan afectado por la inundación, se transformó en un lugar donde la fotografía actuaba como gesto de cuidado comunitario. Cada imagen tomada o recuperada era un recordatorio de que seguían allí, de que seguían siendo barrio.
Ese día muchas personas relataron que volver a posar, sostener una imagen o simplemente verse en una fotografía actual les devolvía estabilidad. Eran gestos sencillos, pero profundamente terapéuticos: mirar a quien tienes al lado, decir con una foto “seguimos”, poner luz donde había barro.

Todo el proyecto RE-GENEREM l’àlbum familiar.
La reparación simbólica: cuando fotografiar es una forma de sanar
En la conferencia se compartieron también experiencias personales, la creación de inventarios visuales de objetos rescatados y objetos a retirar. Gestos que recuerdan al proyecto Autobiography de Sol LeWitt, quien decidió fotografiar todo lo que había en su estudio antes de mudarse, construyendo así una autobiografía sin palabras.
Casos que muestran lo que Amparo subrayó durante su intervención en ONAF: cuando la historia se rompe, el acto de fotografiar puede ser una manera de recomponerla. La fotografía no solo conserva; también repara.
Un álbum es un lugar donde volver
La importancia del álbum familiar no reside solo en su capacidad para representar el pasado, sino en su poder para conectar el presente con el futuro. Recuperar una imagen puede devolver sentido, pero crear una nueva también puede abrir una narrativa donde antes había un hueco.
Por eso las fotografías familiares son refugios: porque permiten habitar la memoria sin quedar atrapados en ella.
El trabajo presentado en ONAF recordaba que las imágenes sostienen, acompañan, devuelven identidad. Que en tiempos difíciles, un álbum —restaurado, recreado o reinventado— puede convertirse en un acto de valentía y cuidado, tanto individual como comunitario. Y que la fotografía, utilizada con sensibilidad y propósito, es una herramienta profunda para reconstruir aquello que no siempre puede expresarse con palabras.
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Desde una perspectiva técnica y metodológica, la intervención presentada en ONAF pone de manifiesto la necesidad de incorporar el álbum familiar como herramienta de evaluación, acompañamiento y reconstrucción narrativa en contextos de crisis. La evidencia neuropsicológica de Conway, los estudios de neuroimagen de Cabeza y el marco teórico de Winnicott justifican científicamente el uso de la fotografía como dispositivo terapéutico, ofreciendo soporte empírico a su capacidad para activar memoria autobiográfica, modular la respuesta emocional y favorecer procesos de integración psíquica tras un trauma.
En este sentido, proyectos como Re-generem l’àlbum familiar, impulsados desde Imatge i Acció, ejemplifican cómo la fotografía puede convertirse en una intervención psicosocial estructurada, capaz de promover resiliencia comunitaria, fortalecer la identidad y generar espacios seguros de narración y sentido. La experiencia compartida en ONAF no solo valida estas prácticas, sino que señala un camino claro para seguir investigando y aplicando metodologías basadas en la imagen como parte fundamental de los procesos de recuperación emocional y reconstrucción del tejido social.
Referencias
Cabeza, R. (2008). Role of parietal regions in episodic memory retrieval: The dual attentional processes hypothesis. Neuropsychologia, 46(7), 1813–1827. https://doi.org/10.1016/j.neuropsychologia.2008.03.019
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Conway, M. A. (2005). Memory and the self. Journal of Memory and Language, 53(4), 594–628. https://doi.org/10.1016/j.jml.2005.08.005
Conway, M. A., & Pleydell-Pearce, C. W. (2000). The construction of autobiographical memories in the self-memory system. Psychological Review, 107(2), 261–288. https://doi.org/10.1037/0033-295X.107.2.261
Felinto, T. M., Worth, T., Welch, E., & Cabeza, R. (2025). Training autobiographical memory in older adults using photos from wearable cameras. Journals of Gerontology: Series B, 80(7), gbaf093. https://doi.org/10.1093/geronb/gbaf093
Winnicott, D. W. (1953). Transitional objects and transitional phenomena: A study of the first not-me possession. International Journal of Psycho-Analysis, 34, 89–97.
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ANDANAfoto. (noviembre 30, 2025). "El álbum familiar como refugio emocional.". ANDANAfoto.com. | https://andanafoto.com/el-album-familiar-como-refugio-emocional/.

