Sobre la belleza de mirar, caminar por la oscuridad y bailar con lo inesperado.
Hace unos días, alguien a quien llamaré Mateo, se dio de baja de nuestra newsletter. Hasta ahí, nada fuera de lo común. Hay personas que llegan, y otras se van. Es parte del ciclo natural que ocurre en cualquier comunidad.
Pero lo que me llamó la atención no fue su marcha, sino el mensaje que dejó al irse:
“No me interesa, viven en una realidad alterada. Adiós.”
Una frase breve, directa. Sin florituras. Pero con suficiente potencia para quedarse rebotando en mi cabeza durante algunas horas. Y es que cuando alguien dice que “vives en una realidad alterada”, por más que sepas que no va contigo… inevitablemente te preguntas:
¿Y si tiene razón?
¿Vivimos en una realidad alterada?
¿Quién la altera?
¿Y tengo yo, de verdad, el poder de alterarla?
Estas preguntas no son nuevas. Llevan siglos resonando en la historia del pensamiento. Platón ya nos hablaba de las sombras en la caverna, de una humanidad encadenada que solo conoce una versión parcial y distorsionada de la realidad. Nietzsche, por su parte, afirmaba que “no hay hechos, solo interpretaciones”. Y la fenomenología, desde Husserl hasta Merleau-Ponty, nos enseñó que lo que vemos no es lo que es, sino lo que somos capaces de percibir.
Desde la psicología actual esta idea se expresa con nuevas palabras: no sufrimos tanto por lo que nos pasa, sino por cómo nos relacionamos con lo que nos pasa. Nuestra atención, nuestras creencias, nuestras historias internas alteran —para bien o para mal— el modo en que vivimos el mundo.
Miramos la vida con las gafas de los valores que nos hemos construido, cargados además con nuestra mochila de vivencias, anécdotas, frustraciones y deseos.
La realidad es una pantalla. Pero cómo la experimentamos es lo que da forma a nuestra vida.
La cámara, una herramienta para alterar el mundo
Y en fotografía… ¿no hacemos lo mismo?
Cuando tenemos una cámara y nos disponemos a crear una imagen, estamos alterando el mundo. Elegimos el encuadre, la luz, el instante. Decidimos qué mostrar, dónde enfocar y qué dejar fuera. ¿Hay acaso un acto más intencionado de reinterpretar la realidad?
La fotografía documental lo sabe muy bien. Pensemos en Cristina García Rodero. Sus imágenes han dado la vuelta al mundo precisamente por su manera intensa y emocional de enfocar la realidad. Rostros extasiados, cuerpos en trance, ritos populares al borde del éxtasis colectivo. Nos enseñó un mundo desbordado de emoción. Pero… también podría haber mirado hacia otro lado. A la calma. Al silencio. A lo que no hace ruido.
Y entonces, la realidad que conoceríamos sería otra.
Con la boca abierta © Cristina García Rodero
Toda mirada construye una versión de lo real. Y toda versión elige, necesariamente, dejar fuera otras posibilidades.
La historia que contamos no es la verdadera historia
Cuántas veces has recordado algo y alguien que estuvo allí te dice:
— “Eso no fue así…”
La historia que yo narro de los hechos es distinta de la historia que mi amiga, que estuvo en el mismo lugar y que también la vivió. No porque alguien mienta, sino porque cada quien interpreta desde su contexto, sus emociones, su momento vital, sus heridas, sus esperanzas.
No vivimos en “la” realidad. Vivimos en nuestra manera de relacionarnos con ella.
Y quizá por eso, a veces, algunas personas, terminamos nuestras frases con puntos suspensivos…
Porque sabemos que hay algo más. Que no todo está dicho. Que incluso en lo que consideramos verdad verdadera o una afirmación contundente cabe la duda, la apertura, el matiz. Los puntos suspensivos no son indecisión, son umbral. Un espacio para lo que aún no ha sido nombrado. Nos invitan a respirar, a imaginar, a continuar la historia desde otro lugar. Son el lenguaje de quienes sienten que la realidad no se encierra en un punto final, sino que se despliega en lo abierto, en lo posible, en lo que está por venir.
Y lejos de separarnos, esto nos revela. Nos muestra como seres interpretativos, sensibles, complejos. Capaces de construir sentido. Capaces también de crear mundos.
Alterar la realidad no es una mentira. Se trata de elegir qué mirar y desde dónde vivirlo
Cindy Sherman y el arte de alterar la identidad
En el arte contemporáneo hay muchas creadoras que han abrazado esta capacidad de transformar la mirada. Cindy Sherman es un ejemplo radical y fascinante. Durante años, Sherman se autorretrató adoptando múltiples identidades: ama de casa, actriz de cine mudo, secretaria, víctima, diva, anciana… No buscaba mostrarse como era, sino cuestionar qué significa eso de “ser” alguien, explorar todos los yoes posibles.
Cindy Sherman
Cada imagen suya no solo alteraba su apariencia. Alteraba también nuestra manera de mirar lo que llamamos identidad, género, verdad.
Su obra no representa realidades: las reinventa. Y en ese gesto, nos da permiso a los demás para hacer lo mismo con la nuestra.
Mirar distinto puede ser igual a Vivir distinto.
¿Y si también nosotros tuviéramos ese poder?
No solo con una cámara en la mano, sino con los ojos más atentos, la mente más abierta y el corazón un poco menos rígido.
¿Y si pudiéramos alterar la realidad que nos duele, que nos limita, que nos aprieta… simplemente aprendiendo a mirarla de otro modo?
La alteración como posibilidad de vida
En psicología, uno de los aprendizajes más poderosos es que no podemos controlar todo lo que nos pasa, pero sí podemos entrenar nuestra capacidad de respuesta. Eso también es una forma de alterar la realidad.
No se trata de negar el dolor, ni de disfrazarlo. Se trata de decidir dónde ponemos la atención. De darle espacio a lo que nos nutre. De imaginar futuros más amables. De ser personas creadoras —y no solo espectadoras— de la vida que vivimos.
Esta idea es especialmente poderosa cuando hablamos de procesos personales de transformación. Cuando acompañamos a alguien (o a nosotras mismas) en un momento de crisis, de cambio, de búsqueda… mirar con otros ojos puede ser el inicio de una nueva historia.
Y a veces, esa historia puede que comience en la oscuridad.
Porque hay momentos en los que no vemos con claridad. Etapas de niebla, de incertidumbre o de espera. Y sin embargo, son esos espacios oscuros —tan evitados, tan poco nombrados— los que a menudo esconden el germen de una gran aventura. Caminar por lo oscuro es atreverse. Es confiar en que, en medio de lo incierto, algo nuevo puede abrirse. Que justo ahí, donde no sabemos, donde no controlamos, pueden surgir encuentros, revelaciones, caminos no previstos. La oscuridad, a veces, es solo la antesala de lo posible.
La alteración compartida: arte, comunidad y cambio social
Alterar la mirada también es un acto colectivo. Lo vemos en proyectos fotográficos comunitarios, en los que muchas personas retratan su entorno desde perspectivas antes invisibles. En talleres donde adolescentes redescubren su barrio desde la cámara. En mujeres que se reencuentran con su cuerpo a través del autorretrato. En mayores que reconstruyen su historia familiar reordenando un álbum.
Estos gestos, aparentemente pequeños, son potentes. Porque cuando muchas miradas nuevas se ponen en juego, algo se mueve. Cambia la narrativa dominante. Se abre una grieta por la que entra luz.
La alteración de la realidad no es evasión. Es creación. Es acción. Es futuro.
Y otras veces, la aventura comienza con algo tan inesperado como un baile improvisado.
Una canción que suena. Una persona que sonríe. Y, sin pensarlo mucho, nos dejamos llevar. Damos un paso. Después otro. Y, sin darnos cuenta, algo se mueve por dentro. El cuerpo se convierte en puente. En lenguaje. En celebración. Porque las aventuras no siempre empiezan con mapas ni con certezas. A veces empiezan con un gesto mínimo, pero valiente: el de abrirse a lo inesperado. A bailar, a reír, a conectar con alguien que también se ha atrevido a mirar distinto. Y desde ahí… todo puede cambiar.
Tal vez Mateo tiene razón.
Quizá sí vivimos en una realidad alterada.
Pero no porque no veamos la verdad. Sino porque hemos aprendido que hay muchas verdades.
Y que mirar el mundo con más profundidad, con más consciencia, con más belleza… no es mentir.
Es elegir.
Es cuidarnos.
Alteramos la realidad cada vez que decidimos encuadrarla desde lo que importa.
Cada vez que elegimos crear belleza en medio del ruido.
Cuando enseñamos a otros —con una cámara, una palabra o un gesto— a mirar más allá de lo obvio.
Cada vez que entendemos que lo que nos pasa no es lo único que somos.
Quizá todas las personas no compartimos la misma forma de ver el mundo.
Y está bien.
Cada quien vive la realidad desde donde puede, desde donde necesita.
Nosotros seguiremos aquí.
Viviendo en nuestra realidad alterada.
Mirando con atención.
Y confiando en que, a veces, un pequeño gesto —una baja, un mensaje, un baile— puede ser el inicio de una conversación interna que valga la pena.
Y tú, que nos lees…
¿Vives en una realidad alterada?
¿Miras diferente, te haces preguntas, caminas por lo oscuro y lo das todo cuando bailas?
Entonces, perteneces al Club de las Realidades Alternadas.
Y en este club no pedimos carnet.
Quédate cerca.
Con tu forma única de ver el mundo.
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Amparo Muñoz Morellà. (julio 23, 2025). "¿Vivimos en una realidad alterada?". ANDANAfoto.com. | https://andanafoto.com/vivimos-en-una-realidad-alterada/.